Un inmundo objeto llamado expediente




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El ajado expediente quema mis manos. Toda la historia laboral de mi padre cabe en estas cincuenta páginas tipeadas con máquina de escribir, algunas son copias al cárbonico, firmadas por distintas manos, manoseadas, mezquinadas, burladas.
El sudor de la frente de mi padre las salpica, sus manos negras de laburante han dejado sus huellas en cada hoja de esta carpeta. 
Mi padre inició su trabajo en la mina de Río Turbio en 1946, apenas abierto el yacimiento, y se jubiló en 1985. Casi cuarenta años de trabajo para jubilarse con una miseria. Más de veinte años trabajó bajo tierra, hollando con sus manos las entrañas del cerro. Cada mañana de cada día de cada año se levantó temprano para cumplir con su trabajo, cada mañana ingresó a la mina arriesgando su vida, sin que nadie le asegurara que a la  tarde saldría a la luz del mundo para iniciar nuevamente su rutina.
Me indigna comprobar que quienes hacen las leyes jamás sentirán el olor del carbón, ni sentirán la angustia de ingresar a una galería dejando afuera todos sus temores. Jamás comerán el pan manchado de negro porque abajo no abunda el agua para lavarse las manos, ni se enfrentarán a lo más profundo de sus temores y sentimientos allí abajo olvidados del mundo.
Me duele saber que también fue pobre y explotado aún cuando consiguió jubilarse, y que esta etapa de su vida haya sido sinónimo de tantos dolores, broncas y trastornos burocráticos, eternizados en estas hojas amarillas de este inmundo objeto llamado expediente.
Y me indigna saber que ese burócrata que me atendió en la oficina sin mirarme a los ojos es el mismo que solo supo ponerle obstáculos cuando acudió esperanzado a recibir la compensación por tanto esfuerzo, que cada vez le exigió una nueva firma, un nuevo certificado, una nueva acreditación de servicios. Ese que se jubilará o ya se habrá jubilado con un haber que quintuplique la magra jubilación de mi padre.
El ya dejó atrás todas las miserias de este mundo, y seguramente esta mejor en ese lugar donde  ahora habita. Esto pretende ser un pequeño homenaje a un hombre que supo y sintió el valor del verdadero trabajo, y que jamás despreció su destino.
Pero que nadie me hable hoy de la justicia social, por favor.  



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