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Mostrando entradas de febrero 1, 2009

Pisando liebres

Viniendo de Punta Arenas la semana pasada, a una velocidad moderada y con la noche cayendo sobre nuestras cabezas, le digo a Gaby: si se te cruza una liebre, ni se te ocurra frenar. Trataba de prevenirla dado la gran cantidad de liebres que se veian al costado de la ruta. Ya sé, no soy tonta, me dice Gaby, y escuchamos el ruido crac, crac. ¿Que fué eso? !Pisé una liebre! !Soy una asesina de animalitos indefensos, estoy contribuyendo a la extinción de una especie! y muchas otras cosas por el estilo. Demás está decir, me imagino, que cuando un hombrevarónmasculino pisa un bichito de estos, no se le mueve un músculo ni un pelo, pero a nosotras las mujeres, nos afecta tanto que sentimos que no fueron las ruedas del auto, sino nuestros propios pies los que pisaron al indefenso e imprudente animal, hasta imaginamos con asco y desagrado que nuestros zapatos se han embadurnado con sangre y pelos. !Pobrecita, tendría hijitos! Siempre, no sé por qué, imaginamos que la pobre víctima era una hembr

Hoy me dí cuenta

Hoy me dí cuenta que es Dios el que nos mata y no la muerte esa negra figura imaginada tan flaca tan fea y tan malvada sino Dios el que nos ama.

Lluvia

Lluéveme la vida, rosa, con tus viejas espinas que llueva la mañana, la noche, que rueden las piedras espinadas sangrantes que sea mi pie el que se deslice sin heridas y que lluevan las rosas las espinas las piedras y aunque todo me sepulte que sea tu aroma el último aroma que respire.

POESIAS INEDITAS

Pececitos Eramos tan pequeñitos como los peces que come la ballena así nos sentíamos en tu vientre, vida, vivos como los peces que no mueren sino hasta el anochecer o al alba, digeridos alimento somos de los otros, nada más que pequeños peces. Nada más que pequeños pececitos muertos. En la ruta No quedará agua en las lagunas bosques que den sombra aves negras teñidas de petróleo ni liebres muertas en la ruta. Tan solo el viento azotará nuestro esqueleto y danzarán al aire las hojas de un libro que alguna vez fue hoja y fue árbol. Un libro que fue escrito en una estación en que la lluvia bendecía la sequedad del suelo y las liebres corrían tras los pájaros que volaban por un cielo abierto inmenso infinito. No quedará