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POEMAS BAJO CERO

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I Cuando el fuego que consume los sueños haga cenizas a mi amor y mi esperanza algo  quedará de mi amor, de mi dolor de mi esperanza, será la vida la que avanza como arenilla que la ventisca esparce, como las hojas cayendo en el otoño. Una partícula de mí te rozara quizás un día germinará algo nuevo   en algún lugar de la galaxia. Ya no seré la misma tendré dos ojos renacidos y un corazón latiendo que nada sabe  de la muerte. Todas las respuestas son patrimonio de la noche. II Imágenes que sueño. Todo el misterio los habita, Si solo pudiera detenerlos copiar cortar pegar como una vieja cinta solo para encontrar en ellos la razón de todos mis desvelos. III Bellos  los monjes tibetanos que pintan un mandala con arena que logran la más bella perfección en su diseño y en vez de conservarlo  lo destruyen lo echan a volar con el viento de otoño solo para afirmar lo que sabemos: nada es eterno.  Bella es  la araña tejedora que  va engarz

Un inmundo objeto llamado expediente

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El ajado expediente quema mis manos. Toda la historia laboral de mi padre cabe en estas cincuenta páginas tipeadas con máquina de escribir, algunas son copias al cárbonico, firmadas por distintas manos, manoseadas, mezquinadas, burladas. El sudor de la frente de mi padre las salpica, sus manos negras de laburante han dejado sus huellas en cada hoja de esta carpeta.  Mi padre inició su trabajo en la mina de Río Turbio en 1946, apenas abierto el yacimiento, y se jubiló en 1985. Casi cuarenta años de trabajo para jubilarse con una miseria. Más de veinte años trabajó bajo tierra, hollando con sus manos las entrañas del cerro. Cada mañana de cada día de cada año se levantó temprano para cumplir con su trabajo, cada mañana ingresó a la mina arriesgando su vida, sin que nadie le asegurara que a la  tarde saldría a la luz del mundo para iniciar nuevamente su rutina. Me indigna comprobar que quienes hacen las leyes jamás sentirán el olor del carbón, ni sentirán la angustia de i

MANDALA

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I Bellos  los monjes tibetanos que pintan un mandala con arena que logran la más bella perfección en su diseño y en vez de conservarlo lo destruyen lo echan a volar con la fuerza del viento solo para afirmar lo que sabemos: nada es eterno. Bella es  la araña tejedora que  va engarzando los puntos de la trama perfeccionando su red y su diseño solo para enseñarnos la paciencia y la calma. II Dejo atrás la violencia que demasiada sangre salpica las ventanas que el grito de la calle atormenta tantas horas del día poniéndola al oscuro cuando es la luz del sol lo que da vida. Vaya certeza. Tantas vueltas para decir lo necesario. III Nada quedará de mi amor de mi dolor de mi esperanza serán consumidos por el fuego que consume los sueños. La vida avanza como arenilla que la ventisca esparce en el desierto. Un grano te rozará quizás un día germinará algo tuyo   en algún lugar de la galaxia. Ya no serás el mi

FARO

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Todo huye al galope del viento. La tenue luz del pasillo es mi único faro.   He aquí la que no duerme porque teme a las sombras del cerebro. Mañana renacerá mi voz en algún desierto.