CEGUERA


El anciano entró al consultorio del especialista caminando con dificultad. La puerta casi abierta me permitía observar al Dr. sentado frente al paciente, y escuchar perfectamente el diálogo:
-No veo casi nada. Tuve un ataque de presión que me ocasionó un derrame en el ojo derecho y el ojo izquierdo lo tengo dañado por un accidente en la infancia.
-Veo que la lesión del ojo izquierdo es similar a la del ojo derecho.
- No, la del ojo izquierdo se me produjo cuando tenía cinco años, me caí sobre una mata de calafate y me pinchó una espina.
-Eso es imposible, la retina está a tres o cuatro centímetros detrás del ojo, no es posible que ningún pasto ni ninguna espina lo haya dañado. Seguramente lo que ocurrió fue que tuvo un derrame y le pasó inadvertido.
-Ud. es el especialista, Dr. no le voy a discutir.
-Por lo que yo veo, amigo, no creo que se pueda recuperar la visión central del ojo derecho. Está muy dañado!
Silencio.
Un suspiro.
-Pero... ¿ no se puede operar?
-Podemos intentarlo, pero no le garantizo un buen resultado.
.¿Algún tratamiento, algún remedio que pueda tomar?
Era palpable la desesperación en la voz del hombre. Me pregunté por qué había entrado al consultorio sin un familiar o algún amigo para brindarle apoyo moral.
-Mire, esto no es como una infección que se cura con un antibiótico, es algo totalmente distinto. La mácula está completamente dañada.
.¡Pero.. la puta madre, Dr! ¡Qué mala noticia la que me está dando!
-Lamentablemente no podemos hacer mucho...
-¿Quiere decir que estoy casi ciego? ¿Ya no podré usar la computadora, ni leer, ni escribir, ni manejar? Estoy condenado a ser un inútil, eso es lo que me está diciendo.
-Bueno, ciego no está. Ciego es esto .dice el Dr. y supongo que le cubre los ojos con la mano, no alcanzo a ver el gesto- usted tiene visión periférica. Es decir que puede andar por la calle. Le sirve para no tropezarse con las cosas. De cualquier manera, antes de tomar una decisión quiero hablar con su médico y después nos comunicamos con Ud..
-Está bien, Dr. espero su llamada.
El hombre vuelve a pasar delante mío caminando despacio hacia la puerta de salida, con la cabeza gacha y con todo el peso de la terrible noticia. En unos minutos envejeció mil años.  No pude evitar conmoverme al darme cuenta de lo importante que es para nuestra vida el sentido de la vista  y confirmar que la vejez es el peor de los castigos.

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Hernán ha dicho que…
"Los viejos desconfían de la juventud porque han sido jóvenes". William Shakespeare

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