Y SE PARECE TANTO A UNA CRUZ



El hombre se enteró por la radio que muchos vecinos estaban tomando tierras fiscales. Pensó que ya no podría seguir pagando el alquiler pues se lo aumentaron casi al doble y no lo dudó más. Yo voy, le dijo a su mujer. Sus hijos pequeños quisieron acompañarlo, pero no los dejó. Juntó unas maderas en el patio y partíó con dos amigos en su vieja camioneta. Al llegar al lugar quedó impresionado. Jamás pensó que eran tantos los necesitados. Aunque algunos no lo son tanto, le comentaron. Algunos son unos vivos bárbaros, aprovechados. Clavó sus estacas luego de medir a grandes zancadas un terreno de aproximadamente 20 x 20. Lo cercó con un plástico que encontró tirado en algún basurero. Levantó con esfuerzo un ranchito con algunas chapas, lo importante es marcar el territorio, le dijeron. Y luego pintó una madera con su nombre. Sintió algo parecido a la felicidad. El político de turno le prometió que esa tierra sería suya. Debía solamente cumplir algunos requisitos. Esperó horas y horas en las veredas de la Secretaría de Planeamiento, luego en el Banco Hipotecario. Debían certificarle que no estaba pagando ningún préstamo para construcción de vivienda. Debía demostrar que no tenía vivienda. Se alzaron voces a favor y voces en contra. Que haga como nosotros, que llevamos diez años esperando un terreno. Que venda su camioneta y lo compre. Que espere. El hombre se sostenía en un hilo de esperanza. Quizás esta vez sería cierto. Hasta que un incendio destruyó el edificio donde presentó sus papeles. No queda nada. Y apenas tiene algo parecido a una esperanza. Sigue esperando junto a la madera que lleva su nombre, y que se parece tanto a una cruz.



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