CAMINO DE RATON



Ema cortó muchos papelitos amarillos. Los dispuso desde la puerta de entrada hasta la cocina, formando un caminito y al final del mismo, puso sobre un libro de arte un diccionario, y sobre el diccionario una alcancía. Hizo una carta en papel azul que acomodó al pie de esta extraña pila. "Hola Ratón Pérez, esto es de Ema para vos. Respondeme acá".
¿Es para que te deje monedas? le pregunto.
No, solo para saludarlo.
A primera hora de la mañana se levanta y corre a buscar la carta.
¿Y? ¿Te contestó el Ratón Perez? ?¿Que te dijo?
Sí, me contestó pero no entiendo su letra (o sea, mi letra).
Se lo deletreo. "Gracias, amiguita". Te deja muchos corazones, le digo.
Sonríe feliz.
Me pregunto si es "normal" que, en estos tiempos, una nena a los ocho años siga creyendo en el Ratón Pérez.
Mi hija me reprende. Ya tendrá tiempo para desengañarse, dice.
Entonces concluyo que lo anormal es que yo me lo cuestione.

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