TSUNAMI

Que pequeñez el hombre a merced de la tierra, que pérdida de tiempo nuestra soberbia;
tecnología de la mas alta gama reducida a la nada sólo porque dos placas tectónicas
se encontraron en el fondo del mar.
Y allí estamos, estupefactos, viendo por televisión casi sin pestañear como se reducen a astillas las viviendas, los animales, los puentes, todo lo que hasta hace un segundo estaba erguido.
Y los autos, girando una danza agónica en su último viaje, y los barcos, enloquecidos, tratando de enderezar su proa hacia ese puerto que no avizoran.
Y la gente -como el insecto que huye de nuestro pie- luchando por mantener su corazón a flote.

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